Recuerdos de la construcción del primer templo
Por: Justo Contreras
Cuando tenía diez o doce, entre 1949 y 1951, mi papá me contó que después del terremoto de 1917, la Parroquia de Santa Catarina Pínula repartió las imágenes entre las aldeas de su jurisdicción y que la imagen de la Virgen de El Carmen la recibió una familia de apellido Hernández que vivía al lado Norte de El Carmen. Allí permaneció algún tiempo, sin embargo, se contaba con pocos recursos y era difícil llevar al Sacerdote a celebrar la Santa Misa, desde la Parroquia hasta el poblado, ya que había que cruzar un barranco de aproximadamente 400 metros de profundidad.
Mi papá, Julián Contreras Delgado, cuenta que un día se reunieron los señores de mayor edad de la Aldea El Carmen: Anselmo Chupina, Daniel Monterroso, Manuel Icute, Felipe Santos, José Solano, Julián Contreras Ávila, Apolinario Santos, Luis Monterroso, Máximo García y otros más cuyos nombres no recuerda. Las personas mencionadas arriba, ahora ya fallecidas, solicitaron a la Parroquia de Santa Catarina Pínula y a la Hermandad que les concedieran permiso para trasladar la imagen de la Santísima Virgen de El Carmen, de la Cuchilla, al lado norte de la aldea hacia el centro, lo cual les fue permitido.
En ese entonces también se tramitó el permiso para que la aldea original se dividiera en dos: Aldea El Carmen y Aldea Cuchilla de El Carmen, debido a que era demasiado grande, ya que colindaba desde Santa Catarina Pínula hasta San José Las Minas. Al poco tiempo se realizó el traslado y se celebró la primera Santa Misa en el patio de la casa de don Felipe Santos. La Misa se celebraba en aquel tiempo en latín y desde ese día se fijó el día 16 de julio como el día de la Virgen de El Carmen.
Poco después, mi abuelo – Julián Contreras Ávila – regalo el terreno para que se construyera la primera iglesia. Dos hijos de mi abuelo: Simón Contreras Delgado y Pedro Contreras Delgado, con gran entusiasmo, dieron los primeros pasos para iniciar la contracción del templo. Invitaron a los pocos vecinos a que se unieran a ellos para recaudar los fondos necesarios, así se formó el primer comité, nombrado como primer Presidente del mismo a don Próspero Laines, y así comenzamos entonces la recaudación.
Cuando ya se contaba con una buena cantidad de fondos le hablaron a los hermanos Marcos y Carlos Culajay para que fabricaran el adobe de barro. El adobe se preparó en el terreno de don Panchito Contreras y nosotros que éramos patojos colaboramos acarreando el agua en tinajas de barro y en latas cuadradas desde el barranco de don Felipe Santos al lugar donde se construiría la iglesia.
Vale la pena mencionar a las siguientes personas que fueron presidentes del comité Pro-Contracción de la iglesia que con gran entusiasmo y devoción siguieron adelante con esta noble misión y la hicieron realidad:
- Julián Contreras Delgado
- Juan Rafael
- Damián Flores
- Andrés (no recuero el apellido)
- Guillermo Estebens
- José Cruz Hernández
- Adriana Chaval
Para conseguir más fondos, el presidente y los concejales de la Hermandad, asignaban comisiones a todos lo que colaboramos -entre adultos, jóvenes y patojos- una pareja nos tocaba cada dos o tres domingos visitando las aldeas de El Carmen, Boca del Monte, Los Planes (que ahora se llama El Porvenir).
Otra pareja iba a la Aldea La Salvadora. Por la tarde que regresábamos, entregábamos lo reunido al presidente y al tesorero. Después de entregar los fondos, todos los que estábamos reunidos (muchachos y muchachas) nos poníamos a jugar lotería de números. El cartón valía Dos centavos y reuníamos treinta centavos, eran quince para la caja y quince para el ganador en cada jugada.
Jugábamos varias horas, todos felices, porque era la unida distracción. A las veintiuna horas, a la vista de todos, contábamos lo que habíamos reunido y el encargado de la lotería lo guardaba para entregarlo el próximo domingo.
El domingo siguiente nos reuníamos de nuevo antes de empezar a jugar organizaban las actividades para la celebración de la Fiesta de la Virgen de El Carmen. Los vocales del comité solicitaban a nueve vecinos de los pudientes que se hicieran cargo de los gastos de una alborada a las cuatro de la mañana.
Ya estando los nueve vecinos comprometidos, el día 7 de julio a las cuatro de la tarde se empezaba la Novena del Rezo. El día 8 de julio, a las tres de la mañana, mi papá, Julián Contreras, tocaba las campanas y yo: Justo Contreras tocaba con mucha alegría el tambor para despertar a los encargados de la alborada y a los vecinos que llegaban a acompañar mientras la demás gente llegaba.
Mi papá y yo, juntábamos una fogata para que cuando llegaran los encargados de la alborada hicieran café y tamales que repartían a las rezadoras y a todos los que estábamos presentes disfrutando de escuchar bombas y cohetes pirotécnicos, cohetillos y gritos de alegría.
Los vocales hacían una enramada de ciprés y hoja seca de banano, la que se convertía en un salón. El sábado 14, 15, 16 o 17 de julio a las cuatro de la tarde salía el Solemne Rezado, recorriendo las principales calles de la aldea, que ya estaban adornadas por los vecinos que disfrutaban de las chistosas logas, moros y otros personajes, mientras el salón ya estaba lleno de muchachos y muchachas gozando de bailar a todo ritmo de música. Cada pieza la cobrábamos a cinco centavos porque ese fondo era para sufragar los gastos de la fiesta.
Al día siguiente -que era domingo- un concejal viajaba a las seis de la mañana a la Parroquia de Santa Catarina Pínula con dos caballos ensillados, para traer al Sacerdote y al Sacristán, procedía a regresarlos a Santa Catarina Pínula.
Después de la Santa Misa, otros organizadores habían organizado una competencia de ciclistas que hacían un recorrido desde El Carmen para darle la vuelta al lago de Amatitlán, un primero, segundo y tercer lugar eran los premiados. Al mismo día se quemaban bombas y cohetillos y se cerraba la iglesia mientras la gente iba a almorzar.
A las dos de la tarde de nuevo se abría la iglesia para los vecinos de otras aldeas que llegaban a visitar a la Santísima Virgen de El Carmen y luego a presenciar las corridas de cintas a caballo, de encostalados, palo encebado y a los competidores de la maratón que se había organizado para cerrar todas las actividades de la fiesta que era bastante alegre a pesar de que todavía no había actividades de elección de reina.
Esta es la historia basada en mis propios recuerdos, además de la historia que me cuenta mi papá.
Hasta aquí es lo que recuerda Justo Contreras Álvarez. ¡Que Dios Bendiga a todos!.
Justo Contreras.
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