Décima cuarta estación: Jesús es sepultado

El cuerpo del Señor es puesto en los brazos de su Madre.
El descendimiento
El silencio sublime que envuelve la escena es expresión más que elocuente del dolor de la Madre. Lo bajan de la cruz y con qué reverencia lo ponen en el regazo de la Madre, que limpia el rostro y el cuerpo destrozado de Jesús. Lo estrecha contra su corazón.
Pero dime Señora y Madre Mía: ¿Es este el hijo tan hermoso que con tanto regocijo diste a luz en Belén? ¿Es este aquel niño bello que era todo tu consuelo y alegría? ¿Por qué está tan cambiado? Qué pena ¿Quién ha hecho ésto? Dímelo Madre Mía, que yo te vengaré….Y la Madre me responde: “Hijo Mío, has sido tú con tus pecados” Me quedo mudo, ¿Qué le puedo responder si estoy clavando otra espada en su corazón de madre?… ¡Qué horrible es el pecado y cuántos males causa…!
(Pausa para meditar)
Qué tristeza debe causar a tu corazón Señor y al corazón de María tu Madre y madre nuestra, cuando un hermano se pelea y le hace daño a otro hermano, cuando entre esposos y esposas, madres y padres con sus hijos, o entre parientes cercanos se hieren unos a otros y no pueden vivir en paz… Te pedimos para que no haya sufrimiento por desunión en los hogares, que te hagas TÚ presente en ellos para que no exista división y pena… Por favor Señor ayúdame a nunca herir a los que más quiero, a olvidarme de mi mismo para ser paz y serenidad y amor para los demás… con tu ayuda…sí puedo…
(Pausa para meditar en silencio)
PADRE NUESTRO… AVE MARÍA… GLORIA…
PERDÓN, oh Dios Mío! (cantado)
Todos: Adorámoste Cristo y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo y a mí pecador. Amén